La ciudad de los Dioses y las
Diosas
Nek Chand nació en 1924, en una
localidad situada a 90 kilómetros al sur de Lahore que entonces era territorio
indio y que tras la partición de 1947 pasó a formar parte de Pakistán; fue uno
de los diez millones de desplazados indios que abandonaron la zona. Tras mucho
deambular, él y su mujer llegaron a Chandigarh, la nueva y moderna capital de
la región de Pendjab, diseñada nada menos que por Le Corbusier. Allí
consiguió un empleo de modesto funcionario, inspector de carreteras, gracias al
cual aprendió algunas técnicas que después le iban a resultar muy útiles.
Chand empezó a desarrollar su
proyecto en 1958. Lo hizo de forma autodidacta y en secreto porque, entre otras
cosas, ocupó un terreno, un descampado situado a las afueras de la ciudad que
no le pertenecía, sin pedir ningún permiso.
Primero despejó la zona de
matorrales. Después, con la única ayuda de una bicicleta, se dedicó a recoger
todo aquello que pudiera resultarle útil: piedras de formas curiosas,
fragmentos de vajilla y cristal, cazuelas de forma globular… de todo.
Al parecer, su primera intención
era la de recrear su perdida ciudad natal. Al principio, sólo para sí mismo,
bautizó el lugar como “la ciudad de los dioses y la diosas” y trabajó a
escondidas, en sus ratos libres, en ese fantástico jardín que contiene más de
1.400 figuras de reyes, reinas, personas y animales. Casi todos tienen alma de
cemento, aunque también los hay de trapos retorcidos, y la mayoría están
decorados utilizando la técnica del trencadís. Por supuesto, lo hizo sin tener
ni idea de quién era Gaudí y sin conocer el trabajo de otros practicantes
ilustres o no.
El parque es hoy una intrincada
red de pasillos cerrados o abiertos que desembocan en plazuelas, grutas y ríos
artificiales, puentes, estanques, cascadas y que contiene, incluso, una montaña
artificial, todo ello salpicado de esculturas humanoides y animales decoradas
con materiales tan diversos como chapas, botellas de cristal y de plástico,
piedras, trozos de madera, abalorios, latas de conserva y de refresco, y piezas
de chatarra como rodamientos, muelles, tuercas y tornillos, clavos, enchufes…
Lo único que no hay en ese jardín, aunque sí a su alrededor, son árboles y
plantas vivas.
En 1973, el fabuloso jardín fue
descubierto por las autoridades, y dado que era un entorno ocupado de forma
ilegal, en un primer momento determinaron que debía ser destruido, pero se encontraron
con la oposición de los ciudadanos, para quienes Chand, en su búsqueda de
materiales de desecho aptos para su trabajo, se había convertido en un
personaje familiar y querido que acudía de forma periódica a revolver sus
basuras.
Chand logró, no sabemos cómo,
que, en 1975, la propia Indira Ghandi, por entonces primera ministra y en
visita a la ciudad, lo recibiera. Con semejante apoyo, el municipio se vio
obligado a claudicar y en 1976 legalizó el lugar, con la condición de que sus
casi 5 hectáreas se convirtieran en un jardín público con el nombre de Rock
Garden. Chand fue revelado de su trabajo como funcionario de carreteras y se le
asignó un sueldo para que se ocupara, con la ayuda de un equipo de veinte
personas a sus órdenes, del mantenimiento del parque.
El asunto parecía resuelto con
plena satisfacción de todas las partes. Sin embargo, en 1990 un funcionario
hostil decidió que una nueva carretera debía pasar justo por el centro del
parque. Cuando llegaron lo bulldozers, se encontraron con una barrera humana
formada por un millar de personas dispuestas a protegerlo con su vida. A raíz
de la atención que recibió el suceso por parte de los medios de comunicación,
el trazado de la carretera fue modificado.
Las amenazas a su supervivencia
no acabaron ahí. Seis años después, mientras Chand estaba de gira por Estados
Unidos, adonde viajó para construir una reproducción a escala de su jardín
encargada por el Museo de la Infancia de Washington, las autoridades locales
aprovecharon sus cinco mese de ausencia para despedir a los empleados.
Cuando Chand regresó, los efectos
del vandalismo revelaron un panorama desolador, pero esta vez, la movilización
a su favor, gracias a la publicidad lograda en Norteamérica, adquirió carácter
internacional. Numerosas personalidades firmaron una carta de apoyo y en
Londres se creó una asociación para recaudar fondos para restaurarlo. Tarea en
la que también participaron cientos de voluntarios.
Para evitar este tipo de males en
el futuro, en la actualidad el parque está supervisado por la Asociación para
el Desarrollo y la Preservación del Rock Garden.
Este lugar, que ostenta el récord de entorno de arte popular espontáneo más extenso del mundo es el segundo lugar más visitado de la India, pisándole los talones al mismísimo Taj-Mahal.
Nek Chand |
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