Forestiere Underground Garden
Baldasare Forestiere era un inmigrante de origen siciliano
que llegó a Estados Unidos en 1901, a los veintidós años. Durante casi cuarenta
años, desde 1906 hasta su muerte, trabajó en la construcción de un
extraordinario jardín cubierto.
A pesar de no tener estudios especializados, demostró un
inmenso y polifacético talento natural que abarcaba disciplinas tan diversas
como la arquitectura, la ingeniería, la escultura y la horticultura. Toda su
experiencia previa se reducía al interés que como aficionado sentía por la
arquitectura de la antigua Roma y a los años que trabajó como excavador de
túneles en la construcción de los metros de Boston y Nueva York.

Al contrario de lo que ocurre con muchos otros de los
constructores de la nada, a Forestiere no lo impulsaba la locura, sino el
sentido común y la necesidad. La intención de Baldasare era convertirse en
exportador de cítricos pero, falto de experiencia, compró 28 hectáreas de
tierra en California, pensando que era muy barata y sin haberla visto, que se
revelaron poco fértiles y nada aptas para sus propósitos: a muy poca distancia
bajo tierra había una capa de roca que hacía imposible plantar nada sobre ella.
Para colmo, al llegar descubrió que las extremas
temperaturas del verano californiano le resultaban insoportables. Así que se
sueño empezó por la construcción de una vivienda subterránea que la permitiera
librarse del calor abrasador en verano y resultara cálida en invierno.
La vivienda está formada por un salón con chimenea,
dormitorios de verano e invierno, un patio con una bañera y un estanque con
peces, además de una cocina totalmente equipada.
Fue tras construir su casa, y descubrir que por debajo de la
capa de piedra sí había tierra fértil, cuando concibió la idea de incorporar
nuevas habitaciones subterráneas en las que organizar la granja de cítricos que
había sido su proyecto original. Empezó con una sala experimental en la que
plantó su primer árbol, lo que le permitió descubrir que con los debidos
cuidados éste crecía y florecía, con la ventaja de no quedar expuesto a las
heladas invernales.

Para cavar sus túneles utilizó sólo herramientas sencillas
de campo: picos y palas, una carretilla y un rudimentario extractor tirado por
dos mulas. Los túneles se inspiran en las antiguas catacumbas romanas, que él
tanto admiraba, aunque, a diferencia de éstas, que son oscuras y cavernosas,
están dotados de numerosas aberturas para iluminarlos y ventilarlos.
Forestiere no trabajó con planos previos. La laberíntica
construcción ocupa unas 7 hectáreas, las habitaciones y los patios se conectan
entre sí mediante pasillos. Con la tierra extraída de la excavación, mezclada
con fertilizantes, formó los asientos para las plantas, y las rocas y piedras
fueron reutilizadas para cubrir y reforzar los muros de los túneles.
El jardín tiene tres niveles subterráneos, el primero a unos
3 metros de profundidad, el segundo a unos 7 y el tercero a unos 9. La
disposición en niveles facilita el drenaje y, en total, el complejo tiene unas
cien salas. Los techos, de forma cónica o abovedada, contribuyen a mantener la
temperatura y humedad.

En realidad, la intrincada red de pasillos está diseñada
según los principios del llamado efecto Venturi – demostrado por el físico
italiano Giovanni Battista Venturi, según el cual la presión y la velocidad de
los fluidos, en este caso el aire, dentro de un conducto cerrado se pueden
aumentar o disminuir si se introduce en el primer conducto otro de sección
menor (un pasillo), lo que produce efecto de aspiración. De esta forma se
generan pequeñas corrientes que sirven para ventilar la instalación, renovar el
aire y mantener el grado de humedad, creando una especia de microclima, fresco
en verano y cálido en invierno. La forma de taza invertida de las diferentes
habitaciones, las bóvedas de los pasillos, así como los arcos de medio punto,
también están pensados para proporcionar solidez al complejo.

Las distintas habitaciones están llenas de plantas vivas,
sobre todo árboles frutales que, según las condiciones y el nivel, florecen y
maduran de forma escalonada, por lo general con una cadencia de unas dos
semanas, lo que permite alargar la producción. Entre los frutales plantados hay
limoneros, naranjos, pomelos, almendros, granados, árboles exóticos y vides de
siete variedades distintas. Gran parte de los ejemplares tienen entre sesenta y
cinco y noventa años y algunos de los cítricos están injertados.

Envalentonado con el resultado, su sueño devino todavía más
ambicioso, pero la muerte le impidió completar el proyecto, que contemplaba la
adición de nuevos túneles para convertirlos en una especia de hotel
subterráneo, según algunas versiones, o en una serie de estancias nuevas: una
especie de lago o piscina y una sala de baile.
Por otra parte, dado que Forestiere era, además, un
ferviente católico, la numerología simbólica presente en la Biblia está también
incorporada a la construcción, tanto en el aspecto constructivo como en forma
de agrupaciones de árboles y número de ramas. los números tres y siete se
reflejan tanto en al albañilería como en los conjuntos de árboles- Ambas cifras,
o sus múltiplos, se relacionan también con el número de estancias conectadas
entre sí, el número de asientos excavados o las hileras de escalones de acceso.
También la pequeña capilla con un jardín anexo tiene siete entradas.
En la actualidad, una sociedad, la Forestiere Hitorical
Center, se encarga de la explotación y mantenimiento del complejo, en estrecho
contacto con los herederos. Como Forestiere no tuvo descendencia, los jardines
fueron para uno de sus sobrinos, Eric Forestiere; la hija de éste dirige la
Fundación y se toma muy en serio la conservación de su legado.
Fuentes:
Extracto de Guía de arquitectura insólita, de Natalia Tubao.
(Editorial Alba)