sábado, 9 de junio de 2012

Lugares sorprendentes. El palacio de la Ciudad Perdida.


Vacaciones palaciegas



En el centro de una seca planicie poco arbolada y rodeado por el ostentoso sucedáneo del glamour de Las Vegas del complejo turístico llamado Ciudad del Sol, se levanta el majestuoso Palacio de la Ciudad Perdida, de un tamaño casi inconcebible. No todo el mundo coincide en cuál es el mejor hotel del mundo, pero nadie discute que esta extravagante fantasía africana de 190 millones de dólares deslumbra y deja estupefacto a cualquiera.





Un casino, cuatro hoteles, dos galardonados campos de golf y una reserva animal de 55.000 hectáreas no eran suficientes para el joven empresario que creó Ciudad del Sol en el año 1979. Se inventó el mito de una civilización perdida que supuestamente estaba unida a la magnífica historia del hotel-palacio, una cúpula de lujo supuestamente construida sobre sus ruinas.







La atención que presta el hotel a los detalles en la arquitectura, el servicio y el mobiliario es anonadante. Hay más de 300 habitaciones, los visitantes encuentran constantemente graciosos recordatorios de la herencia africana y motivos étnicos. 22 hectáreas de jungla artificial y bosque virgen están salpicados de convincentes reminiscencias de la legendaria civilización de la ciudad perdida. Es un poco como Walt Disney, un poco como Xanadú y otro poco como Cecil B.DeMille.
¿Dónde está?
A 185 kilómetros al noreste de Johannesburgo. Sudáfrica. Conectado por avión con las principales ciudades del país.
¿Cuánto cuesta?
Una habitación doble sale por unos 375$, de ahí en adelante, hasta llegar a la Suite Real que cuesta unos 4300$.
Info:
Correo electrónico para reservas rssv@fll.sunint.com





Fuentes:
1000 Sitios que ver antes de morir, de Patricia Schultz (Editorial Mr)

viernes, 8 de junio de 2012

El jardín de piedra de Chandigarh, el rival del Taj-Mahal.


La ciudad de los Dioses y las Diosas


Nek Chand nació en 1924, en una localidad situada a 90 kilómetros al sur de Lahore que entonces era territorio indio y que tras la partición de 1947 pasó a formar parte de Pakistán; fue uno de los diez millones de desplazados indios que abandonaron la zona. Tras mucho deambular, él y su mujer llegaron a Chandigarh, la nueva y moderna capital de la región  de Pendjab, diseñada nada menos que por Le Corbusier. Allí consiguió un empleo de modesto funcionario, inspector de carreteras, gracias al cual aprendió algunas técnicas que después le iban a resultar muy útiles.


Chand empezó a desarrollar su proyecto en 1958. Lo hizo de forma autodidacta y en secreto porque, entre otras cosas, ocupó un terreno, un descampado situado a las afueras de la ciudad que no le pertenecía, sin pedir ningún permiso.

Primero despejó la zona de matorrales. Después, con la única ayuda de una bicicleta, se dedicó a recoger todo aquello que pudiera resultarle útil: piedras de formas curiosas, fragmentos de vajilla y cristal, cazuelas de forma globular… de todo.

Al parecer, su primera intención era la de recrear su perdida ciudad natal. Al principio, sólo para sí mismo, bautizó el lugar como “la ciudad de los dioses y la diosas” y trabajó a escondidas, en sus ratos libres, en ese fantástico jardín que contiene más de 1.400 figuras de reyes, reinas, personas y animales. Casi todos tienen alma de cemento, aunque también los hay de trapos retorcidos, y la mayoría están decorados utilizando la técnica del trencadís. Por supuesto, lo hizo sin tener ni idea de quién era Gaudí y sin conocer el trabajo de otros practicantes ilustres o no.


El parque es hoy una intrincada red de pasillos cerrados o abiertos que desembocan en plazuelas, grutas y ríos artificiales, puentes, estanques, cascadas y que contiene, incluso, una montaña artificial, todo ello salpicado de esculturas humanoides y animales decoradas con materiales tan diversos como chapas, botellas de cristal y de plástico, piedras, trozos de madera, abalorios, latas de conserva y de refresco, y piezas de chatarra como rodamientos, muelles, tuercas y tornillos, clavos, enchufes… Lo único que no hay en ese jardín, aunque sí a su alrededor, son árboles y plantas vivas.


En 1973, el fabuloso jardín fue descubierto por las autoridades, y dado que era un entorno ocupado de forma ilegal, en un primer momento determinaron que debía ser destruido, pero se encontraron con la oposición de los ciudadanos, para quienes Chand, en su búsqueda de materiales de desecho aptos para su trabajo, se había convertido en un personaje familiar y querido que acudía de forma periódica a revolver sus basuras.

Chand logró, no sabemos cómo, que, en 1975, la propia Indira Ghandi, por entonces primera ministra y en visita a la ciudad, lo recibiera. Con semejante apoyo, el municipio se vio obligado a claudicar y en 1976 legalizó el lugar, con la condición de que sus casi 5 hectáreas se convirtieran en un jardín público con el nombre de Rock Garden. Chand fue revelado de su trabajo como funcionario de carreteras y se le asignó un sueldo para que se ocupara, con la ayuda de un equipo de veinte personas a sus órdenes, del mantenimiento del parque.


El asunto parecía resuelto con plena satisfacción de todas las partes. Sin embargo, en 1990 un funcionario hostil decidió que una nueva carretera debía pasar justo por el centro del parque. Cuando llegaron lo bulldozers, se encontraron con una barrera humana formada por un millar de personas dispuestas a protegerlo con su vida. A raíz de la atención que recibió el suceso por parte de los medios de comunicación, el trazado de la carretera fue modificado.


Las amenazas a su supervivencia no acabaron ahí. Seis años después, mientras Chand estaba de gira por Estados Unidos, adonde viajó para construir una reproducción a escala de su jardín encargada por el Museo de la Infancia de Washington, las autoridades locales aprovecharon sus cinco mese de ausencia para despedir a los empleados.


Cuando Chand regresó, los efectos del vandalismo revelaron un panorama desolador, pero esta vez, la movilización a su favor, gracias a la publicidad lograda en Norteamérica, adquirió carácter internacional. Numerosas personalidades firmaron una carta de apoyo y en Londres se creó una asociación para recaudar fondos para restaurarlo. Tarea en la que también participaron cientos de voluntarios.



Para evitar este tipo de males en el futuro, en la actualidad el parque está supervisado por la Asociación para el Desarrollo y la Preservación del Rock Garden.








 Este lugar, que ostenta el récord de entorno de arte popular espontáneo más extenso del mundo es el segundo lugar más visitado de la India, pisándole los talones al mismísimo Taj-Mahal.

Nek Chand
 


domingo, 3 de junio de 2012

Los jardines subterráneos de Forestiere



Forestiere Underground Garden




Baldasare Forestiere era un inmigrante de origen siciliano que llegó a Estados Unidos en 1901, a los veintidós años. Durante casi cuarenta años, desde 1906 hasta su muerte, trabajó en la construcción de un extraordinario jardín cubierto.
A pesar de no tener estudios especializados, demostró un inmenso y polifacético talento natural que abarcaba disciplinas tan diversas como la arquitectura, la ingeniería, la escultura y la horticultura. Toda su experiencia previa se reducía al interés que como aficionado sentía por la arquitectura de la antigua Roma y a los años que trabajó como excavador de túneles en la construcción de los metros de Boston y Nueva York.
Al contrario de lo que ocurre con muchos otros de los constructores de la nada, a Forestiere no lo impulsaba la locura, sino el sentido común y la necesidad. La intención de Baldasare era convertirse en exportador de cítricos pero, falto de experiencia, compró 28 hectáreas de tierra en California, pensando que era muy barata y sin haberla visto, que se revelaron poco fértiles y nada aptas para sus propósitos: a muy poca distancia bajo tierra había una capa de roca que hacía imposible plantar nada sobre ella.
Para colmo, al llegar descubrió que las extremas temperaturas del verano californiano le resultaban insoportables. Así que se sueño empezó por la construcción de una vivienda subterránea que la permitiera librarse del calor abrasador en verano y resultara cálida en invierno.
La vivienda está formada por un salón con chimenea, dormitorios de verano e invierno, un patio con una bañera y un estanque con peces, además de una cocina totalmente equipada.
Fue tras construir su casa, y descubrir que por debajo de la capa de piedra sí había tierra fértil, cuando concibió la idea de incorporar nuevas habitaciones subterráneas en las que organizar la granja de cítricos que había sido su proyecto original. Empezó con una sala experimental en la que plantó su primer árbol, lo que le permitió descubrir que con los debidos cuidados éste crecía y florecía, con la ventaja de no quedar expuesto a las heladas invernales.
Para cavar sus túneles utilizó sólo herramientas sencillas de campo: picos y palas, una carretilla y un rudimentario extractor tirado por dos mulas. Los túneles se inspiran en las antiguas catacumbas romanas, que él tanto admiraba, aunque, a diferencia de éstas, que son oscuras y cavernosas, están dotados de numerosas aberturas para iluminarlos y ventilarlos.
Forestiere no trabajó con planos previos. La laberíntica construcción ocupa unas 7 hectáreas, las habitaciones y los patios se conectan entre sí mediante pasillos. Con la tierra extraída de la excavación, mezclada con fertilizantes, formó los asientos para las plantas, y las rocas y piedras fueron reutilizadas para cubrir y reforzar los muros de los túneles.
El jardín tiene tres niveles subterráneos, el primero a unos 3 metros de profundidad, el segundo a unos 7 y el tercero a unos 9. La disposición en niveles facilita el drenaje y, en total, el complejo tiene unas cien salas. Los techos, de forma cónica o abovedada, contribuyen a mantener la temperatura y humedad.
En realidad, la intrincada red de pasillos está diseñada según los principios del llamado efecto Venturi – demostrado por el físico italiano Giovanni Battista Venturi, según el cual la presión y la velocidad de los fluidos, en este caso el aire, dentro de un conducto cerrado se pueden aumentar o disminuir si se introduce en el primer conducto otro de sección menor (un pasillo), lo que produce efecto de aspiración. De esta forma se generan pequeñas corrientes que sirven para ventilar la instalación, renovar el aire y mantener el grado de humedad, creando una especia de microclima, fresco en verano y cálido en invierno. La forma de taza invertida de las diferentes habitaciones, las bóvedas de los pasillos, así como los arcos de medio punto, también están pensados para proporcionar solidez al complejo.
Las distintas habitaciones están llenas de plantas vivas, sobre todo árboles frutales que, según las condiciones y el nivel, florecen y maduran de forma escalonada, por lo general con una cadencia de unas dos semanas, lo que permite alargar la producción. Entre los frutales plantados hay limoneros, naranjos, pomelos, almendros, granados, árboles exóticos y vides de siete variedades distintas. Gran parte de los ejemplares tienen entre sesenta y cinco y noventa años y algunos de los cítricos están injertados.
Envalentonado con el resultado, su sueño devino todavía más ambicioso, pero la muerte le impidió completar el proyecto, que contemplaba la adición de nuevos túneles para convertirlos en una especia de hotel subterráneo, según algunas versiones, o en una serie de estancias nuevas: una especie de lago o piscina y una sala de baile.
Por otra parte, dado que Forestiere era, además, un ferviente católico, la numerología simbólica presente en la Biblia está también incorporada a la construcción, tanto en el aspecto constructivo como en forma de agrupaciones de árboles y número de ramas. los números tres y siete se reflejan tanto en al albañilería como en los conjuntos de árboles- Ambas cifras, o sus múltiplos, se relacionan también con el número de estancias conectadas entre sí, el número de asientos excavados o las hileras de escalones de acceso. También la pequeña capilla con un jardín anexo tiene siete entradas.
En la actualidad, una sociedad, la Forestiere Hitorical Center, se encarga de la explotación y mantenimiento del complejo, en estrecho contacto con los herederos. Como Forestiere no tuvo descendencia, los jardines fueron para uno de sus sobrinos, Eric Forestiere; la hija de éste dirige la Fundación y se toma muy en serio la conservación de su legado.

Fuentes:
Extracto de Guía de arquitectura insólita, de Natalia Tubao. (Editorial Alba)